Una comunidad insostenible
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El Presidente Gabriel Boric intervino ante la Asamblea General de las Naciones Unidas, donde abogó por la protección de los más vulnerables y la lucha contra el crimen organizado, subrayando sus devastadores efectos sobre las personas y los países. En el mismo foro, minutos antes, el secretario general del organismo, António Guterres, advirtió que el “estado de nuestro mundo es insostenible” y enfatizó que “no podemos seguir así”, refiriéndose a las tres grandes amenazas que pesan sobre la comunidad internacional: la incertidumbre ante el cambio climático o la inteligencia artificial, la desigualdad, y la impunidad en conflictos como los de Gaza o Ucrania.
Un artículo de DF de hace unos días daba a conocer cómo diversos líderes mundiales están alentando una reforma al Consejo de Seguridad y un rediseño de la gobernanza de la ONU, que desde hace décadas viene enfrentando una serie de cuestionamientos respecto de su capacidad para resolver conflictos. El Consejo de Seguridad, originalmente diseñado para mediar en las disputas entre las potencias tras la II Guerra Mundial, hoy está paralizado por el derecho de veto de sus miembros permanentes, mecanismo que se ha transformado en una verdadera garantía para la impunidad de transgresiones al derecho internacional.
El Consejo de Seguridad de la ONU hoy está paralizado por el derecho de veto de sus miembros permanentes”.
Un claro ejemplo de esto es la invasión rusa a Ucrania que hasta la fecha no ha podido ser revertida y que sigue acumulando devastadoras consecuencias humanas y graves trastornos en la economía global y la estabilidad financiera de países como Chile, particularmente vulnerable a las fluctuaciones de precios en materias primas.
El Banco Mundial cifra en alrededor 216 millones las personas que podrían verse desplazadas hacia el año 2050 por los efectos de la crisis climática. Las migraciones forzadas por el clima o por los conflictos geopolíticos se verán acrecentadas en los años venideros sin que la ONU sea capaz de adoptar medidas efectivas, atrapada en un Consejo de Seguridad imposibilitado de superar los vetos que paralizan su accionar.
Hoy, el organismo no puede dirimir diferencias entre potencias en una lógica que era propia del año 1945, pero que en la actualidad está obsoleta. Si bien Chile es un país pequeño en el concierto global, sí ha ejercido liderazgo en ámbitos como el climático, que le han valido el rol de referente internacional que bien podría servir para ofrecer nuevas perspectivas a un multilateralismo que está agotado y viejo. Puesto así, las palabras del mandatario chileno -y, en general, la visión de su Gobierno- son acertadas, pero insuficientes ante la urgencia de los desafíos actuales. El mundo necesita más colaboración real para enfrentar tareas globales que garanticen crecimiento, estabilidad y certidumbre, condiciones esenciales para que las personas puedan prosperar.
Pedir la paz mundial no es una solución en sí misma, sino la consecuencia de condiciones previas que tienen que ver con Estados que luchen contra la corrupción, la burocracia y las trabas al desarrollo, para así crecer en libertad.